Adaptación del sector de frutales de hueso al cambio climático

Autor: Jesús García Brunton

A la hora de llevar a cabo un proceso de innovación basado en la adaptación al cambio climático en frutales de hueso, un punto clave consiste en diseñar, desarrollar y optimizar sistemas de cultivo y métodos que hagan posible y, sobre todo, faciliten esta adaptación. Para ello necesitamos tener una visión global del problema al que nos enfrentamos. 

Estamos viendo como el cambio climático está provocando una convergencia hacia dos estaciones: Por un lado, inviernos cortos y cálidos, y por el otro veranos secos, calurosos y mucho más prolongados. Esto se traduce en una menor acumulación de frío invernal imprescindible para la fruta de hueso y unas necesidades de agua de riego mayores, con los problemas y costes que ello supone. Frente a estos fenómenos meteorológicos irregulares y extremos, la innovación y la adaptación de las herramientas disponibles son algunas de las soluciones en el presente y en el futuro del sector del frutal de hueso. 

Todo ello se agrava cuando las variedades no se encuentran las zonas adecuadas, es decir, están localizadas en lugares donde no se cubren de manera eficiente sus necesidades, siendo más sensibles a fenómenos adversos como las heladas y necesidades hídricas. Los resultados se traducen en problemas de brotación y de crecimiento de la planta y frutos deformes y de tamaño dispar. Como consecuencia de ello, se produce una bajada de la productividad notable.

Por otro lado, los factores ambientales y los factores de cultivo son los responsables del crecimiento del árbol. La temperatura, la luz, el agua y los nutrientes son las cuatro necesidades básicas del proceso de desarrollo. En función del patrón y de la variedad del fruto, la eficiencia con la que desarrollan el proceso de absorción de cada magnitud condicionará su crecimiento. El patrón del árbol es determinante para la absorción de agua y de nutrientes, mientras que la variedad condiciona las necesidades de agua que presenta el árbol, así como la producción de biomasa. Todas estas consideraciones determinan el vigor del árbol, y son estos los factores biológicos que determinan la calidad del cultivo y la productividad del árbol, a través del control del vigor. El elemento clave en la determinación del vigor es la cantidad biomasa que produce, es decir, materia seca de fruta, leña de poda y hojas. Cuanta más biomasa tenga, mayor es la calidad del fruto. Este índice es fácil de calcular, es la relación entre la materia seca de la que se obtiene fruta respecto al total de materia seca. Si la ratio es superior a 0,75 se sitúa en el rango alto de eficiencia, y podremos asumir que la calidad del fruto es alta. Esto supone el fundamento clave para entender el comportamiento de los frutales de hueso. 

El proyecto está integrado en un entorno de cultivo sostenible, en el que en una primera etapa se estudia el comportamiento de la variedad en la zona en la que se encuentra y a raíz de ahí, trabajar en las prácticas culturales que se vienen desarrollando. Dentro de este marco, se están llevando a cabo una serie de actuaciones interrelacionadas entre si que tienen que ver con diferentes áreas en el proceso de crecimiento. Por un lado, trabajamos en técnicas relacionadas con la climatología como la salida del letargo invernal mediante bio-estimulantes y técnicas de modificación de temperaturas, humedad y radiación con mallas de sombreo, y por otro lado estrategias de condiciones extremas como el problema del riego en zonas donde la escasez del agua supone un problema importante. Por último, trabajamos también en técnicas de poda y aclareo junto con el control del vigor ya mencionado. 

Una cuestión clara y evidente es que los efectos del cambio climático en la fruta de hueso están avanzando rápidamente, y este proyecto basado en la innovación y en la adaptación, busca dar respuestas a las dificultades a las que se enfrenta el sector.